Hoy no quiero hablar de timos, engaños, y putadas varias. Hoy quiero hacer recapacitar sobre una posible problemática que surge y se puede volver en contra nuestra por esa escalada de medios de seguridad a la que nos vemos abocados.

Os habéis parado a pensar que, aquello que sirve de barrera para protegernos del exterior, también dificulta la ayuda que podamos recibir en un momento dado.

Recuerdo con nostalgia esa época en que las puertas no se cerraban con llave casi nunca. Había la suficiente confianza para dejar todo abierto en la seguridad de que cualquiera que intentase acceder a una vivienda o establecimiento preguntaría y se daría a conocer antes de entrar, y si no le contestaban y le autorizaban a entrar, se largaba y punto. Incluso en los criminales veranos madrileños, a la hora de la santísima siesta, las señoras dejaban abierta de par en par las puertas de la casa por el simple hecho de crear una dulcificante corriente de aire que les aliviase un poco, solo un poco, del infierno estival. Ahora no. Ahora nuestras casas se asemejan a pequeñas prisiones o burbujas de seguridad. Será que la maldad humana es directamente proporcional al grado de “bienestar social” o que esos que tanto se preocupan de nuestro bienestar social y bien que nos cobran por ello, viven en un mundo distinto al del común de los mortales.

Pero muchas de estas medidas que dificultan las acciones de los amigos de lo ajeno, también suponen una dificultad añadida cuando de lo que se trata es de ayudar en emergencias a los propietarios.

Puertas súper-blindadas, cerramientos estudiados científicamente para impedir su violación, cerrojo sobre cerrojo, vallas que dejan el perímetro cerrado, puerta tras puerta debidamente cerradas a cal y canto, chuchos que se toman su trabajo en serio y no saben distinguir a los “buenos” de los “malos”. En definitiva, una enorme cantidad de barreras protectoras que pueden decidir entre la vida o la muerte en determinados casos.

Esto, que es habitual y no llama la atención de nadie, puede ser determinante a la hora de recibir ayuda; y sobre todo en aquellos que son más débiles: niños y ancianos.

Es evidente que tanto las fuerzas del orden, como las de ayuda y rescate, tienen la suficiente capacidad y medios disponibles para superar esa cortina de obstáculos; pero también es evidente que quedan retrasados en su inmediatez operacional; lo que puede ser determinante en muchos casos.

¿ Se puede solucionar esto?.....pues si hemos llegado a la luna, y somos capaces de poner una chatarra dando vueltas alrededor de la tierra, claro que se podría solucionar, por lo menos en parte y en determinados casos. Solo hay que darle al tarro y utilizar la lógica.
Pero no voy a liarme aquí a describir hipotéticas soluciones. Seguramente algún mal pensado dirá que tengo alguna empresa de esas que viven de las desgracias ajenas y que estoy interesado en ello por beneficio propio.

Solo quiero recordar una figura ya desaparecida y que se hizo popular y querida por el ciudadano: el sereno.

¿ Podría ser una hipotética solución a alguno de esos problemas?